Buenas:
Inaguramos este post para que la gente nos vaya indicando qué fiestas hay en su pueblo/ciudad y durante qué fechas se celebran.
O bien, si no quiere que se sepa de dónde es ...pues que indique alguna fiesta

Seguro que a más de uno le podría interesar alguna fiesta.....y seguro que más de uno jamás había escuchado esa fiesta

Moros y Cristianos de Crevillent
Carretera Nacional 320, a la altura del Km. 50 de la de Alicante-Murcia, mire a su derecha si va hacia “la huerta de Europa” o a la izquierda si viaja rumbo a la “millor terreta del món”.
Si pasa por esa carretera y el calendario le marca los últimos días de septiembre o primeros de octubre, ¡pare!, baje y observe un mundo multicolor, de música, de luz, de alegría, mézclese con moros y cristianos, admire el gran jardín que conforman las mujeres festeras de Crevillent, sus valedoras, conozca la historia de los ra’is de la familia Ben Hudayr, los señores de Crevillent, aquellos que consiguieron vivir en paz con los invasores cristianos. Disfrute, en definitiva, de las Fiestas de Moros y Cristianos organizadas por la Asociación de fiestas en honor al seráfico patrón San Francisco de Asís, cuya festividad es el 4 de octubre.
Son doce las comparsas: Beduinos, Almogávares, Marroquíes, Berberiscos, Dragones de San Jorge, Benimerines, Omeyas, Maseros, Caballeros del Cid, Astures, Castellano-leonesa y Moros Viejos Tuareg. Doce comparsas unidas en la Asociación de Fiestas “San Francisco de Asís”: moros y cristianos, cristianas y moras; hombres y mujeres, niñas y niños.
Cronológicamente, La Festa, se desarrolla de la siguiente forma: El Embajador cristiano llega hasta el castillo de Crevillent y, en nombre del Rey Alfonso X, pretende que el ra’is , renueve el juramento de fidelidad al “rey Sabio”, ante las numerosas revueltas que se producen por la zona, a lo que los moradores del lugar se niegan por inconsecuente e innecesario:“Que repetir el pacto fecho non ha menester”. Al no ser atendida su petición, comienzan las hostilidades. Se produce una escaramuza y el ra’is es hecho prisionero. Se disparan trabucos, espingardas... Pólvora, mucha pólvora que envuelve a todos los participantes en un manto embrujado de embriagador perfume. Esto es el primer día fiesta, viernes.
Para mostrar su poderío, las huestes de ambos bandos desfilan en majestuosas Entradas, una cada día, sábado y domingo, alternativamente cada año, es decir que si un año desfilan sábado las huestes moras, al siguiente, desfilarán domingo. Por la mañana, alrededor de las 7 o antes, tienen lugar las Dianas Festeras donde grupos de festeros salen con bandas de música o con grupos de dulzainas y tamboriles a despertar a los crevillentinos y a congregar a los festeros y festeras. Después, las comparsas irán a buscar a sus capitanes, en su caso, y a sus reinas y sultanas para realizar unos pasacalles informales por las calles crevillentinas, que poco a poco van contando con numeroso público expectante por ver el lujo, gallardía y belleza de los principales protagonistas festeros.
El mismo domingo por la mañana, después de la inundación de música y color que suponen los pasacalles, confluirán las comparsas en la parroquia de Nuestra Señora de Belén, donde se le rinde honor y agradecimiento al Patrón por medio de la Misa Festera con la presencia de capitanes, sultanas, reinas, personajes de la Fiesta, autoridades, festeros y festeras. Misa musicada con la partitura creada para la ocasión por Ramón Más López y cantada por las voces corales que tanto han difundido el nombre de Crevillent, la “Coral Crevillentina” y el coro “Alfombras Imperial”. A continuación, en la plaza de la Constitución, centenares de festeros y músicos, junto con los coros participantes en la misa, cantarán el Himno a la Festa, cuya letra es de Ricardo Tejada y la música del mencionado Ramón Más.
Cae la tarde y nos disponemos a contemplar o a participar, a vivir, las Grandes Entradas Mora o Cristiana que son en extremo espectaculares, vistosas, maravillosas, encantadoras. Una manifestación excelente y fantástica de color y de música, donde destacan las comparsas capitanas, cada año una en turno rotativo, que se engalanan para presumir de eso, de capitanía, y se esfuerzan por sorprender a un público expectante que espera el momento culminante de ver aparecer a sendos capitanes que salen con su comparsa al final de la Entrada correspondiente.
Como se ha indicado, hay doce comparsas, seis por bando. La capitanía del bando correspondiente sale la última para crear mayor expectación en los desfiles, pues, mientras las demás comparsas desfilan, año tras año, con sus trajes y elementos propios y tradicionales ?excepto la del abanderado de la Fiesta que abre estas Entradas y que puede permitirse algún elemento relacionado con la capitanía que el mismo ostentó el año anterior, la comparsa capitana, el año que le corresponde, tiene total libertad para realizar el “Boato”*** , pero siempre con alegorías de la época y del bando al que representa, que sirven para extasiar al espectador y mostrar su magnificencia, incluyendo toda clase de espectáculos: sensuales ballets, números acrobáticos, luchas de guerreros, ingenios mecánicos de monstruos y fantasías diversas, filas especiales, etc. Que la imaginación no tiene límites y de eso damos buena fe los crevillentinos en nuestras fiestas.
En estos desfiles se puede contemplar todo un espectáculo de luz, color y música. Cada comparsa luce un traje donde mezcla la imaginación con la tradición. Cada comparsa, con un promedio de un centenar de personas desfilando, aporta las bandas de música necesarias para el número de participantes. La música, genuina de estas fiestas, arranca sus sones con los alegres pasodobles cristianos o las majestuosas marchas moras y cristianas compuestas exclusivamente para nuestras fiestas y que sorprenden gratamente al visitante profano. Y todas las comparsas con niños y niñas, sus filas masculinas y sus grupos femeninos. Completa su paso cada comparsa con una adornada carroza, alusiva también a la época y repleta de fantasía, donde luce su belleza la reina o sultana, engalanadas y preciosas con lujosos y caros vestidos de terciopelos, sedas, bordados, etc.
En definitiva, ambas Entradas son una explosión de imaginación, de alegres notas musicales, de matices, colores y luz características del mediterráneo, que congregan cada una a un millar de festeros y festeras desfilantes, más o menos, y alrededor de un número igual de músicos, más carrozas, artilugios, teatro en la calle, ballets, representaciones, alegorías, vestidos lujosos y multicolores, serpentinas, confeti...
Alegría, buen humor, ostentación, colorido, historia, lujo, belleza, arte, fiesta todo... Un auténtico espectáculo en el transcurso de unas tres horas que tarda cada desfile en pasar por un punto determinado, mientras los festeros recorren los 1.600 metros que hay desde su salida en el Parque Nuevo hasta la llegada a la Plaza de la Constitución.
Al día siguiente, lunes, Crevillent madruga con el sonido y el aroma de la pólvora. Un impresionante alardo de arcabucería que precederá el Encaro de Capitanes, pequeño parlamento entre ambos donde se reprocharán lo acaecido el pasado viernes al pie del castillo, cosa que les incita a la lucha, y lo harán ante el monumento a la Fiesta, obra escultórica emblemática, orgullo de los festeros, quienes la sufragaron, realizada por Miguel Ruiz, y que embellece los jardines del paseo Fontenay.
Después, alrededor de mediodía, tiene lugar la Ofrenda Floral en la que todas las mujeres y niñas festeras portan sus ramos al santo patrón, siendo recibidas en la Plaza de la Constitución, frente al templo de nuestra Señora de Belén, por el capitán cristiano y la imagen de San Francisco de Asís. Esta ofrenda femenina es cerrada por el capitán moro, que cuando llega al final del desfile se funde en un abrazo con su homónimo cristiano, y junto con sultanas y reinas desfilan por la plaza de manera solemne pero informal entre los aplausos de los festeros, el público y la música.
Por la tarde, tras otro alardo o simulacro de batalla, se concentran las tropas y se escenifica una segunda embajada, la Embajada al rey Jaime I. En ésta, las huestes moras, con su embajador y capitán al frente, piden ayuda al rey Jaime I que se encuentra acampado en la vecina Orihuela para que interceda en favor de la liberación del ra’is capturado por las tropas castellanas, a cambio de sumisión y vasallaje del Lugar de Crevillent y sus dos castillos. Así sucede y tras la liberación del señor moro de Crevillent, todas las huestes, moras y cristianas, muestran su contento. Salvas de pólvora, música, campanas de la torre de la iglesia celebran la avenencia; no hay vencedores, no hay vencidos, no ganan ni pierden ni unos ni otros, sino que se llega a un acuerdo que implica la sumisión del Crevillent islámico a la corona catalano-aragonesa. Este hecho histórico parece que vino a presagiar la amistad, la confraternidad que siete siglos después sería la esencia de nuestra Fiestas de Moros y Cristianos. Trabucazos y más trabucazos. Ojalá si toda la pólvora del mundo se gastara así: disparándose de manera lúdica y festiva.
Y ya, después, tan solo nos queda la Solemne Procesión festera, que discurre con la presencia del silencioso respeto de los hombres festeros quienes marchan sueltos en filas de dos o tres hombres con sus trajes de gala, a los sones de cadenciosas y tristes marchas musicales. Una procesión masculina donde participan también abanderadas, reinas, sultanas y autoridades municipales, como digno colofón a las Fiestas de Moros y Cristianos en honor de san Francisco de Asís, que recibe al pueblo de Crevillent con los brazos abiertos apoyado en una nube celestial. La misma Fiesta se despide del pueblo con un gigantesco castillo de Fuegos Artificiales.
Un saludete
ChimoC